De su libro "Gaseosas de papel"
"En esto, avistaron treinta o cuarenta estaciones de las llamadas eólicas que hay en aquel campo, y así que el más alto y enjuto los vio, dijo a su rechoncho acompañante: -La fortuna guía nuestros pasos mejor que lo que acertáramos a desear; porque ves allí, lerdo amigo, donde se alza fiera batahola de desaforados gigantes que dañan la limpia visión del horizonte y a los que pienso presentar batalla y quitarles la vida, con cuya chatarra medraremos, que ésta es buena causa y gran servicio a Natura quitar tan fieros abrojos de sobre la faz de la tierra.
Dicho esto, el hombre enjuto vestido de cuero y calzado con botas tejanas aceleró la Harley Davidson a la par que gritaba –Non fuyades, cobardes y viles endriagos; que un solo caballero es el que os acomete. Movióse en esto algo de viento, y las disformes aspas se agitaron, lo cual visto por el motero, dijo: Pues aunque agitéis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar. -¡Válame Dios! –dijo su colega al verlo rodar maltrecho por el erial, al tiempo que acudía en su socorro a lomos del ciclomotor. La hermosa cabalgadura, esparcida en mil piezas de acero bruñido, fue considerada siniestro total por el Seguro. El subalterno telefoneó a los del Auxilio en Carretera. -¿No le dije yo a vuesa merced que mirase bien lo que hacía que no eran sino gigantes de buen corazón, que reportan cada uno con su canon dos mil quinientos euros al dueño de la finca. Déjese mi señor, voto a bríos, de impactos ambientales y demás zarandajas que no son sino aire que parece reinar en su sesera y átese bien el yelmo en adelante para evitar corrientes y sanciones, que no está el Código de circulación para andar con muchas lisonjas".
Llego aquí y pienso "este hombre no nos dejó del todo", y quizás la permanencia de un blog como este nos ayuda a creer un poco más en la inmortalidad...
ResponderEliminar¿0 la inmortalidad era esto?
Mariano Ibeas
Querido Mariano;
ResponderEliminarTienes razón la inmortalidad es poder disfrutar del amigo José Antonio siempre que queramos a través de sus relatos.
José Ángel Monteagudo